sábado, 26 de septiembre de 2009

Spasiuk arrancó en Santiago con sus Pequeños Universos

En abril de 2010, un vasto aspecto de la cultura santiagueña, que va desde el quichua hasta sus artistas ignotos y conocidos, será difundido a través del canal Encuentro.

Por Emilio Marcelo Jozami
mjozami@elliberal.com.ar

La cultura quichuista, los bombos de Froilán González y paisajes de La Banda y Villa Atamisqui serán reflejados en Pequeños Universos, el ciclo que conduce por el Canal Encuentro el acordeonista argentino Horacio “Chango” Spasiuk.
De esta manera, con todo lo registrado en esta tierra de encuentros, arrancará, en abril, el ciclo 2010. Bajo la sensible mirada de este compositor, en el programa ahonda la búsqueda, comprensión y difusión de los distintos rincones de nuestro país.
La vida diaria de un niño, su relación con la música, los instrumentos autóctonos y los músicos de cada lugar son los guías de este recorrido por la música argentina. Ayer, antes de partir a Villa Atamisqui, Spasiuk dialogó en exclusiva con PURA VIDA.
Pynandi es un disco personal, lleno de recuerdos y de vida…
No al recuerdo de la imagen física sino a la sensación de esos momentos vividos, que a uno lo hacen sonreír, sentirse bien, de alguna manera pleno. La música es como el perfume, cuando uno lo huele, inmediatamente se conecta con una situación, un recuerdo puntual. En todos los sonidos, ritmos, climas y texturas de este CD hay una narración que nos traslada a rincones, paisajes y retratos de nuestra tierra y de nosotros mismos Está conectado con mi vida.
Además, están los tributos a Isaco Abitbol con Alvear orilla y Ernesto Montiel con La ratonera…
Para dar mi concepto de las cosas y mi punto de vista de la música, no necesariamente el disco tiene que estar lleno de composiciones mías sino también que mi concepto hace a la elección de esos autores. Todo esto hace a mi manera de ver las cosas. Pynandí, en guaraní, significa descalzos. Tiene que ver más bien pies los descalzos de la gente que vive y trabaja en las zonas rurales.
¿Haber llevado al Carnegie Hall (sala de conciertos de Manhattan) el chamamé fue una especie de “revancha” de este género tan bastardeado en su propio país?
Hay infinitos caminos, que por una razón u otra, aparecen y uno trata de caminarlos. La música tiene una vida mucho más allá de mi pequeña historia dentro de la gran historia que tiene un lenguaje con el cual uno se expresa.
El circuito festivalero te rescató, Cosquín incluido, luego de una larga ausencia…
He sido una persona muy festivalera a fines de los 80 y mitad de los 90. Después, con los cambios y el desarrollo estético de mi música desde La Ponzoña y Chamamé Crudo, empecé a no encajar en el circuito con todo lo que yo hacía. Entonces, tenía la necesidad de buscar otros lugares donde tocar. Así fue como apareció el Carnegie Hall. No es ni mejor, ni peor ni mucho menos revancha. Es un espacio que, de una manera u otra, me ha hecho crecer también y donde le han dado un respeto y un interés real por mi música.
¿Qué aportes le hizo el compositor norteamericano Bob Telson a Pynandí?
Me ha hecho hacer un disco con un sonido más tradicional y chamamecero. Parece una cosa paradójica: cuando más lejos estás tocando, más cerca estás en tu lugar. En el corazón de las personas la música tiene un valor muy intenso, más allá de la presencia que pueda tener en los medios de comunicación. Yo trato de estar atento a eso, del valor que tiene el lenguaje sonoro en el corazón de las personas

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