viernes, 28 de agosto de 2009

Malosetti y su amor sin barreras para la música

Los encorsetamientos no van con el gran intérprete argentino de jazz. Su mente está abierta hacia otros conceptos sonoros, que tan bien reflejó en sus discos.

Por Emilio Marcelo Jozami
mjozami@elliberal.com.ar

El presente de Javier Malosetti tiene nuevo nombre: Javier Malosetti Electrohope. Un cambio de enfoque estilístico y sonoro expresado simbólicamente en el logo que lo representa: un potenciómetro de Marshall “al mango” como expresión de la potencia y la vitalidad de un seleccionado Sub-23 de músicos desconocidos y ajenos al circuito del jazz, reclutados especialmente para este momento de su vida como artista.
¿Cómo vives este presente?
Con total entusiasmo. Tengo un disco y una banda nueva. Me gustó ponerle un nombre al grupo. Nunca tuve un conjunto sino músicos bajo mi nombre. Electrohope es el nombre del disco y de mi agrupación también. Estoy muy feliz con este proyecto.
¿Electrohope tiene el espíritu de tus inicios musicales en El Palomar? En Electrohope doy un paso más adelante en algo más eléctrico. También es un paso al costado, por un rato, a otras formaciones de un estilo más acústico que tuve en otros momentos. De todos modos, el espíritu amateur vive en mí siempre.
¿Forma parte de tus permanentes desafíos haber hecho una versión de Vicki Wating, de Prince o el standard de jazz llevado a canción That old Feeling?
Todos estos temas son postales musicales de distintos momentos de la vida y con diversos orígenes. Son toda la música que me ha gustado escuchar y que, finalmente, termina teniendo un mismo destino o concepto sonoro.
Debo decirle que me gustó la relectura que hizo de Cachito, el campeón de Corrientes. ¿Es un homenaje a León Gieco o sólo forma parte de esas postales? Forma parte de Guardado en la memoria, un disco doble que editó una FM de Mar del Plata como tributo a Gieco y en beneficio de comedores escolares del interior. Me gustó como quedó la versión (con aires de soul) y por eso decidí grabarlo en mi CD.
¿Cómo es ser hijo y padre de músico, si tenemos en cuenta que su hijo Julián debutó oficialmente en Electrohope tocando la batería en Damn Merval Index? Me siento muy orgulloso de que él haga su primer paso en un disco mío. No es que “Juli” tenga una gran vocación de músico. Estudia batería y piano pero también actuación. Está muy comprometido y compenetrado en la producción de medios de comunicación.
Si bien tu base es el jazz, al repasar tu discografía uno se encuentra con un músico de mente abierta y dispuesto a dar cabida a todos los géneros…
Me gustan todas las músicas, desde el jazz hasta el negro espiritual y el gospel. Hay músicos más focales, como mi viejo (Walter), que le gusta el jazz de cierta etapa. Por más que escucha, abiertamente otras músicas, se mantiene en su línea, que es clásica.
El jazz salió del sótano para llegar a los grandes escenarios de la Argentina. ¿Lo consideras un fenómeno?
El argentino es una materia prima impresionante para adherir a la buena música; no sé si en los medios de difusión pero sí en las casas. Músicas como el jazz y la clásica se han mantenido bastante vírgenes de manoseos fuleros. Mientras el país se hunde en la violencia y en la pobreza, hay un vasto catálogo de discos de jazz y lugares donde uno puede escuchar esta música. Esto está bueno porque mantiene cierta belleza del espíritu de alguien que está con la cabeza ocupada en cosas más terribles.
¿Qué se refleja en tus discos que no tienen relación directa con la música?
Cómo viví en una casa con un ambiente tan musical (padre y madre músicos y hermana cantante), creo que todo tiene relación directa con la música. Mis discos son muy familiares, donde tocan desde mi viejo hasta mi hermana y mi hijo. Hay homenajes a mi mamá. Trato de impartir una idea de amor a la familia y al núcleo que me rodea.

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