sábado, 22 de agosto de 2009

Las telenovelas sirias le hacen sombra a las producciones de Egipto

Las novelas sirias conquistaron las pequeñas pantallas del mundo árabe y lograron incluso hacer sombra a las producciones egipcias, hasta hace poco dominantes en esa zona del mundo.
Los productores pudieron lograr esta conquista gracias a la apertura del país a los inversores extranjeros y al dineral que invirtieron las cadenas privadas del Golfo a disposición de los creadores sirios.

Sin embargo el verdadero éxito se conquistó gracias a que poco a poco los productores se atrevieron a introducir temas modernos, más sociales y también más políticos que las tradicionales tramas con héroe, belleza local y trasfondo histórico que acostumbran a desfilar por las televisiones del mundo árabe.
El aborto, el sida, el islamismo y hasta la disidencia política han conseguido colarse en las ficciones en Siria; un país repleto de tabúes y sometido a un férreo control social y político.
Cuenta Khaled Khalifa, novelista sirio y guionista de televisión, que a través de las telenovelas tratan de establecer "un diálogo con la sociedad", imposible a través de otros canales mucho más controlados como la prensa escrita.
La guerra del Líbano o los partidos islámicos son algunos de los temas que le han servido a este autor para hilvanar historias repletas de sentimientos. A pesar de que Khalifa es un fenómeno literario en el mundo árabe y de que su novela Elogio al odio fue finalista de la versión árabe del premio Booker, y pronto será traducida al menos a cuatro idiomas, incluido el español, son los guiones televisivos los que le dan de comer.
Porque la producción siria, con 1.000 horas de telenovelas al año, se ha convertido en la gallina de los huevos de oro en una economía que atraviesa horas bajas. Y la gallina no sólo emplea a fotógrafos, guionistas, actores, traductores y toda suerte de creadores, sino que además atrae a riadas de turistas árabes que dedican parte de sus vacaciones a visitar los exteriores y las casas de la ciudad vieja de Damasco en las que se rodaron sus series favoritas.
Estos programas, que suelen durar cerca de un mes, viven su mayor apogeo durante el Ramadán, y son capaces de vaciar calles y sentar a toda la familia frente al televisor. Se han convertido en un símbolo del orgullo nacional y en un escaparate a través del cual Siria se muestra a los países vecinos.
Este soft power en forma de ficción le conviene a un Gobierno deseoso de abrirse al mundo y a la vez incapaz de controlar los contenidos de la maraña de canales privados árabes que se sirven de las producciones sirias para nutrir sus parrillas.
Yihad Abdo, uno de los actores de teleserie más conocidos en Siria y al que policías, camareros y viandantes se paran para pedirle autógrafos en las calles de Damasco, no se deja cegar, sin embargo, por el triunfo de las producciones sirias. Sí tiene claro que "el éxito es enorme", pero piensa que el fenómeno sólo es posible gracias al enorme talento de los profesionales de un sector muy atrasado y al que le quedan muchos deberes por hacer.
"Necesitamos estudios, agentes para los actores. Aquí la industria está en pañales", se queja Abdo, uno de los actores de Bab el Hara (foto) novela que arrasó el pasado Ramadán y que consiguió incluso hacer sombra a un mal programado discurso del venerado líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah.

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